Si tienes un hijo pequeño al que le estás enseñando a controlar sus impulsos para que no pegue cuando se enfada, seguro que la técnica de la tortuga te habrá resultado útil. En esta ocasión, quiero hablarte de otra técnica ideal para combinar con la tortuga, pero también para enseñar a resolver cualquier tipo de problema. Se llama: la técnica del Oso Arturo.
Es una técnica ideal para enseñar a cualquier edad. Está basada en el aprendizaje de autoinstrucciones, es decir, en hablarnos a nosotros mismos. El objetivo es que el niño centre su atención en:
- Detectar el problema.
- Plantear soluciones alternativas.
- Seguir su propio plan de acción.
- Conseguir resolver la tarea o el problema.
¿Por qué una técnica de autoinstrucciones?
Utilizar una técnica de autoinstrucciones favorece que el niño tome conciencia, por él mismo, de la relación que existe entre sus conductas y las consecuencias que éstas generan. Pararse a observar sus conductas y a anticipar las consecuencias, le ayuda a ganar en autocontrol y a reducir la impulsividad. Por eso, en las intervenciones en niños con TDAH se utiliza el entrenamiento en autoinstrucciones, como una estrategia esencial para el control de la impulsividad.
Pero en realidad, aprender a manejar las situaciones con mayor autocontrol no es algo exclusivo de los niños con TDAH. Cualquier niño necesita aprender a «pararse a pensar» para afrontar su día a día y entender, por ejemplo, que ante un enfado no tiene porqué responder pegando.
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Enseñar a tu hijo a resolver sus problemas, es la clave para que sea un niño autónomo y responsable. Y las autoinstrucciones le ayudarán a guiar su pensamiento y a poder valorar lo que le ocurre.
Beneficios de la técnica del Oso Arturo
La técnica del Oso Arturo conjuga el entrenamiento en autoinstrucciones con el entrenamiento en solución de problemas. Así que, si te animas a ponerla en práctica en casa, le estarás enseñando a tu hijo a:
- Seguir una línea de pensamiento interno, favoreciendo que centre su atención.
- Resolver problemas (sean cuales sean) utilizando los cuatro grandes pasos: identificación, búsqueda de soluciones, elección de la más adecuada y valoración de los resultados.
Además, darás a tu hijo la posibilidad de:
- Mejorar su capacidad atencional.
- Favorecer el control de sus impulsos.
- Aumentar su autonomía.
- Desarrollar su flexibilidad de pensamiento, logrando dar distintas soluciones a un mismo problema.
- Potenciar su capacidad de tomar decisiones.
Cómo aplicar la técnica del Oso Arturo
Comienza enseñándole a tu hijo una imagen del Oso Arturo y contándole que ese oso tiene los mismo problemas que él, pero que ha aprendido un truco para poder solucionarlos.
Ahora que ya has creado la magia y ya tienes la atención de tu hijo, vas a ir explicando cada paso de la resolución de problemas con ayuda de las láminas del Oso Arturo.
Recuerda los cuatro pasos para solucionar problemas:
- Preguntarse: ¿Cuál es mi problema?
- Plantearse: ¿Cómo puedo solucionarlo?
- Pensar: ¿Cómo poner en marcha la solución?
- Valorar: ¿Cómo lo he hecho?
1. ¿Cuál es mi problema?
En esta fase vas a ayudar a tu hijo a centrar su atención en el problema, para que lo pueda definir. Hazle preguntas para que él mismo se dé cuenta de qué ocurre.
Por ejemplo: Pedro está jugando con sus juguetes, pero llega Juan y se los quita. Entonces Pedro reacciona pegando a Juan para recuperar sus juguetes.
En este ejemplo, la definición del problema sería: «Me quitan los juguetes».
Como ves es una descripción sencilla y general. Porque seguramente Pedro reacciona pegando siempre que otro niño le quita sus juguetes.
2. ¿Cómo puedo solucionarlo?
Una vez que el niño ha descrito su problema, pasamos a la segunda fase donde debe proponer distintas soluciones. Es importante que le ayudes, pero sin juzgar ni valorar sus propuestas. Tampoco caigas en el error de imponer la solución que tú consideres más acertada.
Permite que tu hijo se equivoque. Tiene todo el derecho de aprender de sus errores, poder rectificar es una forma fantástica de entender que cada acto que realiza tiene unos resultados.
Una vez que hayáis planteado las posibles soluciones, llega el momento de valorar las consecuencias de cada una de ellas. Si tu hijo es pequeño tienes que ayudarle a realizar este ejercicio, puesto que requiere de destrezas como la anticipación y la planificación que aún está aprendiendo (y este es un buen método de fortalecer esos aprendizajes).
Recogiendo el ejemplo de la fase anterior, Pedro plantea como posibles soluciones a su problema:
«Aviso a la profesora», consecuencia: la profesora me ayuda a hablar con el otro niño y recupero mis juguetes.
«Le digo al otro niño que me devuelva mis juguetes», consecuencia: puede que el otro niño me devuelva el juguete o no lo haga.
«Me voy a jugar a otro sitio», consecuencia: los otros niños me dejan tranquilo jugando con mis juguetes.
Cuando ya tengáis todas las consecuencias, tu hijo puede escoger qué acción será la que lleve a cabo para solucionar su problema.
3. ¿Cómo poner en marcha la solución?
Esta fase requiere que tu hijo, con tu ayuda, establezca un plan de acción para poner en marcha la solución que ha escogido. Es decir, dividir en pequeños pasos la solución para que le resulte más sencillo aplicarla con éxito.
El importante que tu hijo tenga claros los pasos que debe seguir. Para ello, debe repetir en voz alta y en orden cada paso que debe dar. También es importante que, cuando esté actuando, haga esta repetición de lo que tiene que hacer en voz alta, para que le resulte más fácil canalizar sus impulsos.
¿Necesitas controlar tus enfados?
Así que, la secuencia que debes enseñar a tu hijo es: establecer las instrucciones de la acción, repasarlas en voz alta y realizar la acción repitiendo las instrucciones que debe seguir.
Por ejemplo: Si tu hijo está intentando resolver un problema matemático, y la guía de acción que habéis establecido es «subrayar los datos, representar el problema con un dibujo, escoger las operaciones, realizarlas y comprobar que el resultado se ajusta a lo que nos pide el problema». Entonces tu hijo tiene que comenzar repasando los pasos que debe seguir, realizar los pasos uno a uno y mientras los lleva a cabo decirlo en alto.
4. ¿Cómo lo he hecho?
Esta es la última de las fases. Está pensada para que el niño se autoevalue, para que pueda valorar el resultado de sus acciones.
¿Ha conseguido solucionar el problema? Sí. Entonces fenomenal, refuerza a tu hijo por haberlo conseguido.
Pero si la respuesta es No, entonces ayúdale a buscar donde está el error. ¿Ha seguido todos los pasos de su plan? ¿La solución escogida era la mejor? ¿Había pensado en todas las posibles consecuencias que traería su conducta? Cuando encontréis donde ha fallado su plan, retomar desde ahí como lo haría el Oso Arturo. No dejes de repetirle que todos nos equivocamos, y que para lograr hacer las cosas bien hay que cometer errores.
La técnica del Oso Arturo y las autoinstrucciones:
Para terminar, quiero explicarte un detalle importante de las autoinstrucciones. Como has podido leer, he hecho hincapié en que los pasos del plan de acción se repitan en voz alta. Este es el primer paso para establecer unas buenas autoinstrucciones, pero no podemos quedarnos ahí.
¿Te imaginas a tu hijo hablando en alto para él mismo en medio del aula? No sería adecuado, ¿verdad?
Por eso, una vez que el niño tenga claro cómo aplicar la técnica el Oso Arturo, ya podrá repasar las autoinstrucciones en susurros. Y cuando consiga realizar valoraciones exitosas, las autoinstrucciones las puede hacer en silencio, con su propio lenguaje interno sin que nadie las oiga.
Los pasos para establecer cualquier tipo de autoinstrucciones serían:
- En voz alta.
- En susurros.
- En silencio, con el lenguaje interno del propio niño.
Recuerda mostrarle a tu hijo las imágenes del Oso Arturo cuando le expliques los cuatro momentos de la técnica, de esta forma la aprenderá con mayor facilidad y se sentirá más motivado para ponerla en práctica.
Y ahora te toca a ti…
¿Conocías esta técnica? ¿La habías utilizado alguna vez?
¿Conoces otras herramientas para enseñar a los niños autocontrol?
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